Halloween tiene sus orígenes en un rito anglosajón muy antiguo. Cada año, el 31 de octubre, los sacerdotes de una sociedad secreta de iniciación iban de casa en casa exigiendo ofrendas para su deidad, Samain, el señor de la muerte. Si los habitantes de la casa se negaban a dar ofrendas, los sacerdotes proferían amenazas aterradoras, conocidas como «trick or treat» (truco o trato), la maldición o la ofrenda. Por la noche se iluminaban con grandes nabos o calabazas talladas en forma de calavera con una vela encendida. Estas pequeñas luces representaban al espíritu que ejecutaba sus maldiciones.

La Biblia advierte seriamente contra tales prácticas, aunque se «endulcen», y los cristianos deben denunciarlas:

– Jesús es el Señor de la vida y no de la muerte. Él dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6).

– Jesús es luz y no tinieblas. Él dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

– La Biblia condena todo lo que pueda relacionarse con Satanás y los espíritus malignos: “Andad como hijos de luz… comprobando lo que es agradable al Señor. Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas (que no producen ningún bien), sino más bien reprendedlas” (Efesios 5:8-11).

– Estamos llamados a vivir en amor; no tenemos que amenazar para obtener alguna recompensa: “Sed benignos unos con otros, misericordiosos” (Efesios 4:32).