Diez días antes de salir de la cárcel, Fernando era muy consciente de los peligros que le esperaban afuera. Sabía que necesitaría la protección de Dios cuando estuviera fuera. Tomó su Biblia y declaró que ella sería «un escudo delante de él y un escudo detrás de él».
El sábado siguiente, en su última reunión bíblica con los demás internos, Fernando pidió una explicación sobre el primer capítulo del libro de Nahum. El versículo 7 dice: “El Señor es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían”. Esto nos recuerda el salmo 136: el Señor “es bueno, porque para siempre es su misericordia” (v. 1) Fernando estaba feliz. Marcos, otro preso, propuso leer el salmo 139. El versículo 5 nos exhortó: “Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano”. ¡Qué coincidencia con la reflexión de Fernando! Entonces tomó un bolígrafo y subrayó esta frase.
Luego leímos los versículos 23 y 24: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón… conoce mis pensamientos… y guíame en el camino eterno”. Al ver el estado de nuestro corazón, de nuestros pensamientos, sentimos la necesidad de ser guardados. Qué gozo saber que Cristo intercede por los suyos, para que no caigan en el mal (Romanos 8:34). Una vez más, Fernando subrayó estos versículos.
La secuencia de estos textos nos anima y nos demuestra una vez más que la Palabra de Dios es “viva”. Se aplica tan perfectamente a las circunstancias de cada uno de nosotros como a las necesidades de Fernando.