Cuando leemos el primer libro de la Biblia, vemos las maravillas de la creación. Dios es el Creador. Creó mediante una palabra de poder (Génesis 1:3-29). En cuanto a los seres humanos, este relato dice: “Varón y hembra los creó”.
Hombres y mujeres fueron creados por Dios iguales en valor, pero el hombre y la mujer no son idénticos. Existen diferencias esenciales entre hombres y mujeres, los dos géneros creados por Dios.
Ambos están formados por un espíritu, un alma y un cuerpo; pero en estos tres ámbitos, Dios los creó diferentes, por ejemplo, en lo relacionado con sus emociones, e incluso con sus responsabilidades. Una inversión de los papeles entre hombres y mujeres solo trae consecuencias nefastas.
En el matrimonio, un hombre y una mujer se unen, con la posibilidad de concebir hijos en una comunidad de vida, amor y ayuda mutua. Esta unidad, que concierne al espíritu, al alma y al cuerpo, no excluye las diferencias que Dios ha establecido entre los sexos. La pareja progresa en esta unidad y complementariedad.
El creyente que comprende la grandeza, la sabiduría y el amor de Dios en la creación se aferra a estos fundamentos. El papel de cada uno es transmitir estas bases fundamentales a sus hijos, para que puedan escapar al engaño y a las seducciones de este mundo apartado de las instituciones divinas, como consecuencia de su alejamiento de Dios.