Seamos o no conscientes de ello, todo el tiempo estamos bajo la mirada de un Dios amoroso, sabio y todopoderoso. Nada se le escapa. “Desde los cielos miró el Señor; vio a todos los hijos de los hombres; desde el lugar de su morada miró sobre todos los moradores de la tierra. Él formó el corazón de todos ellos; atento está a todas sus obras” (Salmo 33:13-15). Él se sirve de todo, tanto de los momentos buenos como de los malos, y hace que todo concurra para el bien de sus hijos. Esto no solo nos da una gran confianza, sino que también nos permite agradecer a Dios, incluso cuando no entendemos las razones de lo que hace.

En uno de sus libros, un autor comenta así el versículo de hoy: «El plan de Dios no olvida nada. Todas las cosas se conjugan para nuestro bien, incluso las pruebas contra las que nos impacientamos. Las tormentas que amenazan con arrancar los árboles, en realidad los arraigan con mayor firmeza y profundidad en el suelo. Los golpes, que se podría pensar que hacen que el acero sea frágil, en realidad hacen que sufra una especie de endurecimiento que lo hace más fuerte y resistente. El reposo forzado, como el causado por la enfermedad, se ha comparado con una pausa en la música. Este intervalo entre dos notas no es el final de la melodía, sino que es parte de ella».

Cristianos, si el camino parece oscuro, no olvidemos que el Señor nos ama, y que todas las cosas, incluso las menos agradables, concurren para nuestro bien.