Jesús es un recurso para los padres cristianos, hoy como ayer. Los relatos que vimos los sábados anteriores nos mostraron su amor, su interés por ellos y la forma en que responde a la fe de los padres. Para concluir, debemos señalar que:
– Jesús cuida de nuestros hijos dondequiera que estén, incluso fuera de nuestra vista, como en el caso del hijo del oficial del rey (Juan 4:46-54). Él actúa a su tiempo, y nosotros vemos los efectos después, ¡con gozo!
– El Señor conoce personalmente a nuestros hijos, y también su verdadero estado espiritual. ¡Él actúa según la necesidad de ese hijo!
– Si el tiempo pasa y parece que el Señor no presta atención a nuestras súplicas, no nos rindamos. Él pone a prueba nuestra fe. Perseveremos, como la mujer cananea (Mateo 15:21-28). Confiemos en él, “en esperanza contra esperanza” (Romanos 4:18).
– Cuando oremos por nuestros hijos, recordemos que no merecemos ni su salvación ni su buen comportamiento. ¿Qué padre podría pretender que, por haber educado bien a sus hijos, Dios debe darles la vida eterna? Reconozcamos humildemente nuestras deficiencias en muchos aspectos. Insistamos sin cesar, y confiemos en la gracia de Dios, quien se deleita en bendecir a las familias de los suyos.
“El Señor se acordó de nosotros… Bendecirá a los que temen al Señor, a pequeños y a grandes. Aumentará el Señor bendición sobre vosotros; sobre vosotros y sobre vuestros hijos” (Salmo 115:12-14).