La resurrección de Lázaro es una etapa clave en la revelación de la persona de Jesucristo, debido al lugar que ocupa en el centro del evangelio según Juan y por la fuerza de su simbolismo, el más extraordinario de los milagros.
Un hombre llamado Lázaro estaba enfermo. A pesar del cariño que Jesús sentía por él y por sus hermanas, Marta y María, no fue a ver a su amigo moribundo. El relato subraya el dolor de las hermanas, pero también su fe en Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. El diálogo que tuvieron Marta y Jesús, culmina con la pregunta de Jesús: “¿Crees esto?”. Marta creía en una resurrección general de los muertos al final de los tiempos, pero Jesús la condujo a una fe personal en él.
A esta breve pregunta, Marta respondió: “¡Sí, Señor!” Sin embargo, la situación de Marta no había cambiado, pues el cuerpo de su hermano seguía en la tumba. Su dolor era tan agudo como siempre y, sin embargo, se atrevió a agarrar la mano que se le tendió para ayudarla a vivir de otra manera su terrible experiencia. A pesar de su dolor, pudo afirmar su fe en Jesús, a quien reconoció como el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús volvió a hablar con María, luego fue a la tumba de Lázaro y lo resucitó.
Jesús vino a nuestro mundo de sufrimiento y muerte para traernos la vida eterna mediante su sacrificio en la cruz. Los que creen en él, aunque mueran, resucitarán un día, cuando el Hijo de Dios los llame.
Y tú, ¿lo crees? ¡Esta pregunta también es para cada uno de nosotros!