En la Biblia, varias imágenes evocan la terrible realidad del infierno: “las tinieblas de afuera” (Mateo 8:12), “el lago de fuego” y “la muerte segunda” (Apocalipsis 19:20; 20:14).

En contraste, esta es la descripción del cielo en la eternidad:

– Un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que sale del trono de Dios y del Cordero (Apocalipsis 22:1). Allí no hay sed, al contrario que en el lago de fuego.

– “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero (Jesús) es su lumbrera” (Apocalipsis 21:23). ¡Hay luz!

– “Dios mismo estará con ellos… Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor” (Apocalipsis 21:3-4). ¡Dios está ahí, la muerte ya no existe… ya no hace falta llorar!

Jesús, el Salvador, llena este lugar con su presencia. Escuchemos hoy sus promesas para los que creen en él:

– “El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14).

– “El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

– “El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá” (Juan 11:25-26). Para ellos no existe la segunda muerte, sino la vida eterna.

Incluso hoy, Jesucristo da esta vida a los que creen en él.