Desde hacía dieciocho años, esta mujer andaba encorvada. ¿Qué podía ver? ¡Nada más que sus pies y la tierra que pisaba! ¡No podía levantar la vista para ver el cielo!
Esta historia, como muchas otras del evangelio, también tiene un significado simbólico. Sabemos por experiencia que algunas cargas pueden ser muy pesadas. Y es normal que alguien que lleva un saco pesado en la espalda se incline hacia delante para mantener el equilibrio. ¡A veces somos incapaces de desprendernos de nuestras preocupaciones terrenales y nos vemos aplastados por ellas! ¿Qué nos consume? ¿Nuestros problemas personales? ¿Las preocupaciones de nuestra profesión o de nuestra familia? ¿Quizás una adicción? ¡Dios nos invita a descargarlos ante él y a levantar la cabeza!
Como dijimos, esta mujer llevaba dieciocho años encorvada, mirando el suelo. ¡Pero Jesús la vio y la llamó! En cuanto la tocó, el poder que salió de las manos de Jesús le permitió erguirse. Entonces para esta mujer se abrió otro horizonte: vio a Jesús, vio su propio entorno, vio el cielo… ¡Y esto la llevó a glorificar a Dios!
Deja que el Señor Jesús toque tu corazón. Si le aceptas por fe como tu Salvador personal, tu vida cambiará por completo. Puede que los problemas de la vida no desaparezcan, pero podrás mirar al cielo y Jesucristo llenará tu perspectiva.