Cuando el primer hombre, Adán, desobedeció a Dios en el Jardín del Edén, tuvo miedo (Génesis 3:10). Desde entonces, el miedo y la ansiedad asaltan los pensamientos de los hombres. Muchos males siguen sin solución, como por ejemplo la enfermedad y como consecuencia el sufrimiento, la vejez y los achaques que la acompañan, los problemas de la actualidad, el futuro incierto y tantas perspectivas oscuras que escapan a nuestra comprensión… Y luego está el miedo a la muerte.
¿Por qué tanto miedo? ¡El materialismo, la confianza en el progreso y la tecnología, la fe en el hombre y en todas sus teorías han expulsado de nuestras mentes la fe en Dios! La ausencia de una relación viva con nuestro Creador deja un gran vacío en nuestros corazones y genera todos estos temores. ¡Así que tenemos que volver a Dios!
Jesús, su Hijo, vino a la tierra para devolver al hombre perdido a su Creador. Para ello, tomó sobre sí todas las consecuencias de nuestra desobediencia y cargó con el castigo en la cruz. Quienes creen en Jesús encuentran una nueva relación con Dios y, a través de él, la vida eterna. Resucitado de entre los muertos, Jesucristo ha vencido a la muerte. Los creyentes pueden llamar a Dios su Padre. Nos amó tanto que nos dio a su Hijo único (Juan 3:16). A través de Jesús, podemos hablar con él y escucharle cuando leemos la Biblia. Entonces Él echará fuera nuestros miedos y nos hará vivir en su paz, “que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7). Nos dará “… consolación eterna y buena esperanza por gracia” (2 Tesalonicenses 2:16).