“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19:1). La naturaleza es un libro abierto en el que todo ser humano puede reconocer la firma de Dios. ¡Su testimonio es universal! Nadie puede decir: «Dios no existe», o «no he podido creer en Dios».
Pero el lenguaje de la naturaleza va más allá de la revelación de un Creador todopoderoso. Dios lo utiliza a menudo para enseñarnos:
– “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio… Prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento” (Proverbios 6:6-8) ¿No es esto una advertencia contra los peligros de la pereza y un estímulo para trabajar?
– Jesús nos invita a considerar los lirios del campo (versículo de hoy). Contemplar la delicadeza de una flor debería llevarnos a confiar en Dios, que cuida de su creación.
– Un profeta también nos recuerda: “Aun la cigüeña en el cielo conoce su tiempo, y la tórtola y la grulla y la golondrina guardan el tiempo de su venida; pero mi pueblo no conoce el juicio del Señor” (Jeremías 8:7).
¡Qué advertencia para nosotros! El desconocimiento de los pensamientos de Dios nos hace divagar y vivir sin guía. La ignorancia de la sabiduría de Dios puede incluso llevarnos a una conducta que Dios desaprueba, porque es contraria al orden que él pretendía en la naturaleza (Romanos 1:26-27). Estemos atentos a todo lo que Dios nos enseña para nuestro bien.