El gobierno de Francia, el 14 de marzo de 2020, para contrarrestar la preocupante propagación del coronavirus, anunció que todos los lugares abiertos al público que no fuesen esenciales para la vida del país permanecerían cerrados desde medianoche hasta nuevo aviso. Cientos de jóvenes se agolparon en los bares y, ajenos al peligro, quisieron aprovechar al máximo aquella última noche de libertad.
«¡Bebamos, porque todos vamos a morir!», dijo un gracioso entre las risas de su grupo. Es muy similar a lo que el apóstol Pablo dice en la Biblia sobre los que solo viven el presente: “Comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1 Corintios 15:32). ¿No ha sido este el lema de tantas personas a lo largo de los siglos? Ya en tiempos de Noé “comían, bebían… y vino el diluvio”. Más tarde, en tiempos de Lot, “comían, bebían”… y Sodoma fue destruida por el fuego (Lucas 17:26-29). La indiferencia y el torbellino de los placeres no pueden ocultar el plazo ineludible que se pone ante todo ser humano: la muerte, y luego el encuentro cara a cara con Dios (versículo del día).
¿Cuál es la mejor manera de prepararse para esta reunión?
¡Afortunadamente, Dios lo ha previsto todo! Su Hijo Jesucristo vino a este mundo, murió en una cruz y “llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 Pedro 2:24). Quien mira a Jesús con fe queda liberado de su culpa ante Dios y espera con paz y certeza ese momento en el que se encontrará con su Salvador y Señor para compartir con él la felicidad eterna (versículo del día). ¿También es su caso?