¿Dónde buscas la felicidad?
El deseo de ser feliz es un sentimiento natural y universal. Los seres humanos lo persiguen constantemente, y eso demuestra que no son felices. Buscan obtener lo que creen que contribuirá a la felicidad, es decir, dinero, poder, placeres sensuales, ocio, cultura, etc. Pero estas alegrías son efímeras, y nos dejan insatisfechos y preocupados. El rey Salomón había explorado todos los placeres de la vida y no se había privado de nada, pero cuando hizo balance, observó: “Todo ello es vanidad y aflicción de espíritu” (Eclesiastés 1:14). Complacer todos los deseos imaginables no llena el corazón, sino que lo seca y nos deja cada vez más vacíos. Es como intentar beber de lo que la Biblia llama cisternas rotas, que no retienen el agua (Jeremías 2:13).
Pero entonces, ¿cómo conseguimos el agua que sacia verdaderamente el alma, dónde encontramos esa felicidad duradera? Jesús dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”; “El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás” (Juan 4:14; 7:37). Él mismo es la fuente de agua viva, el dador de la vida eterna. Beber agua viva es creer en él. El acceso a este manantial está abierto: con su sacrificio en la cruz, Jesús se llevó nuestros pecados, que bloqueaban nuestro camino hacia Dios.
Tú que necesitas paz, perdón y amor, obtén esta agua preciosa y gratuita mediante la fe en el Hijo de Dios, que murió por ti. ¡Y cantarás por la alegría de tu corazón (Isaías 65:14)!