“En el principio era el Verbo” (Juan 1:1)
Antes de la venida de Jesucristo, Dios seguía siendo invisible, es decir, no se había revelado plenamente. Los creyentes de la antigüedad conocían ciertos atributos de Dios, como por ejemplo su bondad, su poder, su santidad, etc. ¡Pero la revelación que tenían era parcial!
Los evangelios nos revelan a una persona que vino del cielo para dar a conocer a Dios a la humanidad: Jesucristo, el Hijo de Dios, en quien habita la plenitud de Dios (Colosenses 2:9).
Se le llama el Verbo porque expresa lo que Dios piensa. También es “el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre” (Juan 1:18), que significa que vive en perfecta intimidad con su Padre y forma una unidad con él (Juan 10:30).
¿Quién podría estar mejor situado y ser más digno de confianza para revelarnos a Dios? “Él es la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15). A través de él podemos ver y conocer a Dios. Lea la historia de la vida de Jesús en los evangelios. Dios se revela en este hombre que bajó del cielo (Juan 3:13). ¡Descubrirá a Dios mismo y su compasión por la humanidad!
Mire cómo actuó Jesús cuando se encontró ante el sufrimiento, la enfermedad y la muerte. ¡Con qué ternura recibió a los niños pequeños y con qué simpatía consoló a los afligidos!
¡Sígalo y escúchelo hablar en los evangelios! (Lucas 9:35). Encontrará una respuesta tranquilizadora a sus preguntas y descubrirá al Salvador que Dios nos ha dado.