La Biblia define a los cristianos como personas que han nacido de nuevo, personas que han creído en Jesucristo. “Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo” (2 Corintios 5:17-18). Su nueva naturaleza vive en un cuerpo que aún forma parte de lo «viejo». Este cuerpo, con sus facultades, estaba al servicio del yo, del pecado. Ahora, el creyente tiene el privilegio de utilizarlo al servicio de Dios, pero la vieja naturaleza sigue ahí.
La vida de nuestro «nuevo hombre» es la vida de Cristo. Esta nueva naturaleza debe desarrollarse para mostrar los caracteres de Jesús. Esto implica dos cosas:
– Para crecer bien, es necesario alimentarse bien. Hay muchas oportunidades para alimentarse de Cristo. Leer la Biblia, hablar con él por medio de la oración, escucharle, servirle, alabarle… ¡Durante todos estos momentos nuestra mente está ocupada en Él! Ahí es cuando se produce una transformación en nuestro interior. Nuestra mente y nuestra visión de la vida se reorientan para agradar al Señor.
– No escuche a su «vieja naturaleza», esa vida que sigue sin Dios, que no se interesa por las realidades espirituales. Cuando se manifiesta, no ceda a sus deseos, sino aprenda a decir «no» mediante la oración y la fuerza del Espíritu. De este modo, el Espíritu Santo será cada vez más libre para actuar en nosotros. ¡Él es quien nos da el poder para vivir esa nueva vida, cuyos deseos y motivaciones son completamente nuevos! (lee Efesios 4:30-32).
¡Este es el secreto de una vida rica y plena!