La Biblia nos habla del rey Josafat. Honraba a Dios, pero cometió el error de unir fuerzas con Acab, un rey que despreciaba a Dios, para hacer la guerra. Acab, a quien Dios le había dicho que moriría en la batalla, persuadió a Josafat para que se pusiera sus ropas reales, mientras él se disfrazaba para no ser reconocido. Engañados por esta estrategia, los enemigos atacaron a Josafat, porque lo confundieron con Acab.
¡Pero Dios no se deja engañar! A pesar del engaño, conoce perfectamente la diferencia entre el piadoso Josafat y el malvado Acab. Aunque Josafat se encontró en esta situación por su propia culpa, invocó a Dios para que le ayudase, ¡y Dios lo liberó! Acab, a pesar de su disfraz, fue alcanzado por un hombre que disparó con un arco «al azar». La flecha le alcanzó mortalmente en un punto vulnerable.
Dios es dueño de todo y nada escapa a su control; ninguna situación es fruto de la casualidad. Algunas personas tienen la costumbre de hablar de coincidencias para negar la inquietante realidad de la intervención divina. Si Dios está activo a lo largo de sus vidas, entonces lo ve todo. No hay forma de esconderse de él, y exigirá cuentas. ¡Muchos hacen todo lo posible por disipar esta idea!
Pero para los cristianos, qué pensamiento tan tranquilizador saber que Dios lo ve todo, lo controla todo y es fiel para velar por los que le aman, a pesar de sus errores o infidelidades.
“El Señor es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían” (Nahum 1:7).