Era mayo de 1984. William Moore, encarcelado por asesinato durante dieciséis años bajo fuerte vigilancia en la Penitenciaría Estatal de Georgia, iba a ser condenado a muerte.
Solo unas horas antes de su ejecución, y para gran sorpresa de todos, el tribunal decretó un indulto temporal. Aún más asombrosa fue la decisión unánime del Comité de Indultos del Estado de Georgia de perdonarle la vida y dejarlo en libertad.
Esta es la explicación: poco después de su encarcelamiento, Moore recibió la visita de dos cristianos, a petición expresa de su madre. Le hablaron de la gracia y la esperanza que Dios ofrece por medio de Jesucristo. «Nadie me había dicho nunca que Jesús me amaba y había muerto por mí. Era un amor que podía sentir, un amor que anhelaba. Era un amor que necesitaba», testificó Moore más tarde. Ese día, dijo «sí» al llamado de Jesús, al don gratuito del perdón y la vida eterna. Su corazón se abrió al poder transformador del Espíritu de Dios. A partir de ese momento, fue otro hombre. Dio testimonio de Cristo a los presos. Muchos se hicieron cristianos y las celdas de su sección fueron más tranquilas. Incluso le llamaron «el pacificador».
El 8 de noviembre de 1991, Moore fue puesto en libertad.
Dios intervino poderosamente mediante su perdón en la vida de Moore. ¡La gracia que devolvió la vida a Moore fluye hacia todos aquellos que aceptan el perdón de Dios y se apartan de sus pecados para seguir a Jesús!