Nuestra pequeña Susana se había quedado en casa mientras acompañábamos a unos amigos hasta su coche. Unos instantes después, vino a donde estábamos y nos dijo: «Tenía miedo de quedarme sola y hacer travesuras».

Cuando estamos solos, cuando nadie nos ve, corremos el riesgo de dejarnos llevar por la tentación de hacer el mal. ¡Pero los cristianos nunca están solos! El rey David dijo: “Señor… tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos” (Salmo 139:1-2). Dios nos ve y no quiere que cedamos a la tentación. Por eso nos da los recursos para salir victoriosos:

– La oración: Antes de que llegue la tentación, pidamos a Dios la fuerza para vencerla y que nos muestre el camino que debemos seguir.

– La Palabra de Dios: Cuando Jesús fue tentado por el diablo en el desierto, respondió cada vez: “Escrito está” (Lucas 4:3-12). La Biblia es una palabra viva que el Espíritu Santo utiliza para fortalecer nuestra fe y darnos sabiduría en situaciones difíciles.

– La huida: Pablo invita a Timoteo a huir de los deseos de la juventud. Huir también significa cortar ciertas relaciones, apagar la televisión o desconectarse de internet.

– La compañía de otros cristianos: Intentemos establecer relaciones auténticas con otros creyentes. Oremos y leamos la Biblia juntos. Y si caemos, confesémoslo al Señor. “Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).