Durante toda la noche, decenas de personas buscaron a Clément, un niño de ocho años, que se había perdido en las montañas cubiertas de nieve. Al amanecer, dos helicópteros salieron para socorrerlo. Los pilotos detectaron rápidamente huellas de esquí. Un equipo en tierra siguió estas huellas, que se extendían en pequeñas pisadas. Estas huellas conducían a un árbol donde, entre el espeso follaje, se encontró al niño ileso.

El jefe a cargo del servicio de rescate anunció por la radio: «Clément está en muy buena forma. De hecho, ¡está en mejor forma que nosotros en este momento!». Continuó explicando por qué el chico había conseguido estar tan bien a pesar del frío. Su padre le había explicado lo que debía hacer si un día se perdía. Clément había hecho exactamente lo que su padre le había dicho, es decir, se había protegido del frío y de la nieve subiéndose a un árbol y acurrucándose al abrigo de las ramas.

Clément nos muestra lo que debemos hacer como hijos de un Padre celestial lleno de amor y sabio: simplemente obedecer a sus mandamientos. Él sabe lo que es mejor para nosotros hoy. “Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad” (Mateo 6:8). En un mundo lleno de trampas y voces confusas, nuestra felicidad y seguridad es confiar en su amor inamovible. La Biblia afirma que es imposible dirigir por nosotros mismos nuestra vida. ¡Solo la Palabra es la luz moral para iluminar nuestro camino!