Los pecios flotantes son trozos de barcos averiados que flotan entre dos aguas, al capricho de las corrientes. Antes de la invención del sonar, los barcos solo los veían en el último momento. Como son invisibles y temibles, causaban daños a veces irreparables.
Esto nos trae a la mente los malos pensamientos que inconscientemente permitimos que se desarrollen en nuestro interior, esos «pequeños pecados» (mentiras ocasionales, elogios hipócritas, fraudes de distintos tipos, vídeos malsanos…) que nos parecen insignificantes. Al ser poco visibles, son tanto más perniciosos y devastadores cuanto más tiempo permanecen ocultos. Nuestra falsa apreciación de estos pecados nos impide verlos en su verdadera luz y examinar el estado real de nuestros corazones a la luz de Dios. Debemos juzgarlos sin esperar y abandonarlos: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13).
Vivir superficialmente es la prueba de que nos hemos distanciado de Dios. Nos privamos de su comunión y de su aprobación, fuente de fuerza, paz y alegría. El estado de nuestro corazón es lo importante, ¡lo que Dios está mirando! “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23).
Así que asegurémonos de activar nuestro «sonar espiritual», leyendo y meditando en oración la Biblia. ¡El Señor nos mantendrá puros del mal bajo todas sus formas, y nos ayudará a vivir para agradarle!