Al principio del capítulo, la multitud, entusiasmada, quería coronar a Jesús y hacerle rey. Al final, tras escuchar sus enseñanzas, muchos de sus discípulos lo abandonaron.

Jesús se encontró a solas con sus doce discípulos más cercanos y les preguntó si acaso ellos también se querían ir. ¡Notamos su tristeza en esta pregunta!

Pero Pedro tuvo esta hermosa respuesta: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Mientras algunos se habían retirado a causa de las palabras de Jesús, Pedro se quedó porque había oído y recibido, lo que Jesús decía, es decir, esas palabras de vida eterna. Comprendió que Jesús no solo era el que podía multiplicar los panes, sino que era el pan vivo que había descendido del cielo (Juan 6:51), el dador de la vida eterna (v. 51).

También puede haber momentos de crisis en nuestras vidas en los que nos sintamos tentados a dejar a Jesús. Los discípulos que se retiraron no le hablaron directamente, sino que murmuraron entre ellos (v. 60-61) y dejaron de acompañarle.

Pedro permitió que Jesús le hiciese preguntas y permaneció junto a él con los otros once discípulos. El Señor los tranquilizó diciéndoles: “¿No os he escogido yo a vosotros?” (Juan 6:70).

¿Me tomo el tiempo de escuchar atentamente, con fe, las palabras de Jesús para permanecer cerca de él? ¡Cerca de él podré adorarlo, porque él me escogió!