La Buena Semilla: Domingo 15 Febrero
Domingo
15
Febrero
Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.
Hebreos 11:24-26
La iluminación (2)

Como vimos ayer, las circunstancias de nuestra vida pueden apreciarse de forma muy diferente, dependiendo de si las vemos con la mirada natural o con la mirada de la fe.

La Biblia nos habla de Moisés, que nació en una familia israelita en tiempos de los faraones. Uno de los faraones había ordenado la muerte de todos los niños israelitas que nacieran.

Los padres de Moisés escondieron a su bebé durante tres meses. Su madre lo metió en una pequeña canastilla y la depositó entre los juncos junto al río. Allí fue descubierto por la hija del faraón, que lo confió (sin saberlo) a su verdadera madre mientras duró su lactancia, y luego lo adoptó. Moisés fue considerado hijo de la hija del faraón e instruido en toda la sabiduría de los egipcios (Hechos 7:22). ¡Qué situación tan envidiable, cuando los israelitas, esclavos, eran cruelmente oprimidos por el mismo faraón!

Pero cuando creció, Moisés renunció a las comodidades y a los honores de la corte. Elegido por Dios para esta misión, se unió a su oprimido pueblo para sacarlo de Egipto. Luego los condujo, a través de muchas dificultades, por el desierto. ¿Parece una locura, comparado con la carrera que podría haber imaginado?

No, la fe de Moisés en Dios y en sus promesas le elevaba por encima de las cosas visibles y pasajeras. Le permitió apreciar las necesidades del amado pueblo de Dios y dedicarse por entero a él. Moisés “se sostuvo como viendo al Invisible” (Hebreos 11:27).