El 14 de octubre de 1987, la pequeña Jessica McLure, de 18 meses, cayó en un pozo de 20 cm de diámetro, a casi 7 metros de profundidad, en Midland, Texas. Los rescatistas tuvieron que perforar un conducto paralelo al pozo y excavar un túnel horizontal en la roca para llegar hasta la niña. Después de 58 horas de trabajo lograron llegar al lugar, pero la pequeña estaba atascada en el pozo. El personal médico pronunció estas terribles palabras: «Tiren con fuerza; se nos acaba el tiempo. Quizá tengamos que romper sus piernas para salvarla». En un último esfuerzo, los rescatistas lograron liberar a Jessica sin causarle más heridas.

Lo que le ocurrió a esta niña ilustra nuestra condición humana. Mientras el hombre no agarre la mano liberadora de Jesucristo, permanecerá atrapado en un pozo sin poder salir de allí por sí mismo. La sensación de vacío en la vida, los errores que tratamos de olvidar en vano, una adicción que nos consume, todo esto puede paralizarnos. Para liberarnos, quizá Dios tenga que «tirar con fuerza» por medio de una enfermedad, de circunstancias difíciles… Él nos ama y desea tanto nuestra salvación que a veces permite el sufrimiento para que experimentemos su presencia.

En cuanto a nosotros, los creyentes, Dios también puede «tirar fuerte» para liberarnos de todo lo que paraliza nuestra vida cristiana, y para acercarnos más a él.

Recordemos que Dios “no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres”. Él mide la prueba con mucha precisión, para nuestro bien y para su gloria.