Un periodista hizo esta pregunta a un artista:
– Dios viene hacia usted. ¿Qué le dice usted? El artista respondió:
– La diferencia de escala entre él y yo es tan desproporcionada que no se me ocurre nada.
Esta es una respuesta no muy común… A menudo el hombre ignora su pequeñez y desconoce la grandeza de Dios. ¿Por qué no reconocer Su majestad como Dios creador, su sabiduría cuando nos enseña, su amor perfecto cuando vino entre los hombres? Algunas personas pretenden conocer a Dios y lo rebajan con familiaridad al nivel de su criatura, el hombre.
Dios se revela en la Biblia y nos muestra su majestad para que lo conozcamos mejor. Cuando mostró su santidad en el Sinaí, “la apariencia de la gloria del Señor era como un fuego abrasador en la cumbre del monte” (Éxodo 24:17). El profeta Ezequiel vio la semejanza de la gloria del Señor y se postró (Ezequiel 1:28). Isaías exclamó: “¡Ay de mí! que soy muerto; porque… han visto mis ojos al Rey, el Señor de los ejércitos” (Isaías 6:5). El apóstol Juan, que había caminado con Jesús en la tierra, vio la gloria del que iba a juzgar al mundo: “Cuando le vi, caí como muerto a sus pies”. ¿Tenemos conciencia de lo que somos ante Dios? Es necesario reconciliarnos con él, quien es justo y santo. Jesús juzgará al mundo, pero hoy ofrece gratuitamente su perdón a todo el que, ante Su majestad, comprende que necesita su gracia.