La Biblia afirma que los seres humanos son malos por naturaleza: “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10). Ella nos muestra lo que los hombres han hecho. Incluso los más estimados, como el rey David, cometieron actos malvados, muy malos, por cierto. ¿Cómo podemos discutir la verdad de las Escrituras sobre este punto, cuando cada día los medios de comunicación informan sobre cosas horribles que suceden en todo el mundo? Y si los hombres hacen el mal, ¿cómo podemos negar que el mal está en ellos? “Del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15:19).
Desde que Caín mató a su hermano Abel (Génesis 4:8), hasta la crucifixión de Jesús, el Hijo de Dios, ¡cuántas páginas de la Biblia revelan lo que los hombres han hecho, sus ofensas, sus crímenes! Muchos piensan que estas historias no tienen cabida en el libro de Dios, donde solo quisieran encontrar hermosos ejemplos. Pero Dios las ha incluido para recordar al lector lo que él mismo es capaz de hacer, aunque se crea un «hombre honrado».
Juzgar al árbol por sus frutos siempre es un principio verdadero. Cuando vemos el fruto que el ser humano puede producir, es imposible no aceptar este juicio: el árbol es malo.
Pero la Biblia también explica cómo Dios encontró la manera de cambiar la naturaleza del árbol. Mediante la nueva vida que da a los que creen en el Señor Jesús, cambia interiormente su corazón y lo capacita para producir buenos frutos.