Dios dio al hombre la capacidad de gobernar la tierra: “Señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:28). Pero, al desobedecer a Dios, el hombre fracasó en su misión, y la tierra se llenó de corrupción y violencia. Entonces Dios tuvo que destruir el mundo por medio de un diluvio. Más tarde confió el gobierno a reyes, muchos de los cuales abusaron de su poder. Algunos gobernantes, como el orgulloso Nabucodonosor, se atrevieron a exigir que los adoraran como a dioses, ocupando el lugar que corresponde solo a Dios.

Muchos hombres han tratado de dominar el mundo. Incluso hoy, los líderes de las grandes naciones tratan de extender su poder y su área de influencia. Pronto surgirá un hombre al que la Biblia describe como “el hombre de pecado” o el anticristo, quien encarnará el límite del orgullo y la rebelión contra Dios, “tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Tesalonicenses 2:4). Pero el Señor Jesús lo destruirá con el aliento de su boca, cuando vuelva del cielo para reinar en este mundo. Entonces la tierra será gobernada por el único que tiene derecho a dominar el universo, el Hombre Cristo Jesús, quien fue rechazado y crucificado por los hombres, pero Dios lo resucitó y lo ascendió al cielo. Será un reinado maravilloso de justicia y paz, tras la ejecución de grandes juicios sobre los que no creyeron en él. Hoy Dios aún quiere librar del juicio a los seres humanos y llevarlos al cielo con él.