Las cuatro historias mencionadas los últimos días animan a los padres cristianos. He aquí algunos comentarios más generales sobre ellas:
– Según el caso, puede ser el padre o la madre quien busque ayuda. Como sus sensibilidades son diferentes, uno u otro puede discernir mejor el problema del hijo. Pero pueden orar juntos por él.
– Jesús concede un gran valor al vínculo entre padres e hijos, que él mismo creó, y comprende la angustia de una madre o de un padre preocupados por la salvación de sus hijos. En el caso de la hija de Jairo, echó a la multitud y se quedó con los padres.
– Padres, los hijos nos han sido confiados por el Señor, así que no olvidemos alimentar sus almas, en particular leyendo la Biblia con ellos.
– Nuestra fe nunca será demasiado atrevida para el Señor. Nunca lo molestamos cuando oramos insistentemente por un hijo. Él condena la incredulidad, pero siempre honra la fe insistente y perseverante.
– ¿Tenemos un adolescente que nos preocupa? ¿Pensamos que su caso es tan grave que ya no vale la pena orar por él? ¿Decimos: “Ha muerto…” (Marcos 5:35), en el sentido de que él o ella rechaza a Dios y no tiene relación con él? Nunca nos resignemos; al contrario, pensemos en las palabras de Jesús: “No temas, cree solamente”. Si ya no podemos hacer nada, reconozcámoslo. ¡Él aún puede hacerlo todo! No nos desesperemos, ¡Jesús tiene el poder de hacer vivir a un niño espiritualmente “muerto”!