Durante su vida en la tierra, Jesús fue un modelo para los creyentes. Era “manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29); podemos aprender de él y seguir su ejemplo cuando nos agravian o nos hacen reproches injustos.
Jesús fue despreciado. Natanael, uno de sus discípulos, dijo respecto a él, antes de conocerlo: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” (Juan 1:46). Jesús nació en Belén, pero se crio en Nazaret. ¿Cómo reaccionó ante este comentario desagradable? Empezó señalando una cualidad en Natanael: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño” (Juan 1:47).
Cuando Judas fue a buscar a Jesús con una tropa armada con espadas y palos, “todos los discípulos, dejándole, huyeron” (Mateo 26:56). Abandonaron a su Señor en el momento crítico en que Judas lo entregó para que lo arrestaran y lo llevaran ante un tribunal judío hostil. Sin embargo, ¿qué les dijo después de la resurrección? “Paz a vosotros” (Juan 20:19).
En los creyentes hallamos actitudes similares. En su carta a los gálatas, Pablo recuerda cómo tuvo que reprender al apóstol Pedro delante de todos, debido a una enseñanza y a un comportamiento incorrectos. ¿Cómo reaccionó Pedro, quien era mayor que Pablo, ante esta dura reprensión pública? Más tarde habló de él como “nuestro amado hermano Pablo” (2 Pedro 3:15).
La Biblia nos anima a no reaccionar negativamente cuando nos atacan o hieren con palabras inapropiadas o torpes, o con reproches, sean justos o injustos.