La Buena Semilla: Jueves 13 Agosto
Jueves
13
Agosto
Vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.
Isaías 59:2
Si andamos en luz… la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
1 Juan 1:7
Cuando nos sentimos lejos de Dios

Después de haber pecado, cuando oyó la voz de Dios en el huerto, Adán se escondió (Génesis 3). Dios no le dijo: ¿Qué has hecho?, sino: “¿Dónde estás?”. La desobediencia de Adán le hizo tener miedo ante la presencia de Dios. Nuestros pecados provocan una separación entre Dios y nosotros. Él nos ama, pero aborrece el pecado. Para que Dios pueda acercarnos a él, es necesario que nuestros pecados sean borrados. Ni las oraciones, ni las lágrimas, ni los rituales, ni las promesas de cambiar pueden borrar nuestras mentiras, nuestras asperezas y murmuraciones, nuestras malas acciones y vanos pensamientos.

¿Qué debemos hacer cuando pecamos y nos sentimos lejos de Dios? Volvernos a él con confianza y, a la luz de su presencia, confesarle lo que somos, creyendo que “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”.

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Si reconocemos nuestros pecados y nos arrepentimos, lo que nos separa de Dios desaparece. Cuando llegamos a este punto, no debemos preocuparnos por la presencia o ausencia de una sensación de paz; simplemente debemos descansar en la Palabra de Dios, un Dios fiel, un Dios que no miente.

“Tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan” (Salmo 86:5).