Se cuenta que Diógenes, el famoso filósofo griego, paseaba a plena luz del día con una linterna, diciendo: «Busco a un hombre». Aún no había encontrado a nadie digno de llevar ese nombre.
Otro filósofo moderno, el etnólogo Claude Lévi-Strauss (1908-2009), era de la misma opinión. Viajando de un continente a otro, dedicó largas décadas a estudiar a los seres humanos. A la edad de 80 años, un periodista hizo lo que él llamó una radiografía de su vida, para destacar sus puntos fuertes. Al final de la entrevista, le preguntó:
–Usted que ha conocido a tantos famosos, ¿a cuál de ellos le gustaría frecuentar?
–A ninguno, fue la respuesta breve y absoluta.
–¡Qué triste!, dijo el periodista. ¿Definitivamente usted no confía en el hombre?
–No creo que haya grandes razones para confiar actualmente en el hombre.
La Biblia afirma esto desde hace mucho tiempo. Los primeros capítulos de la epístola a los Romanos, por ejemplo, describen un panorama desesperanzador de toda la humanidad (paganos, griegos, judíos, incluso moralistas y filósofos). Pero también nos revelan a Aquel que nunca decepciona y que merece toda nuestra confianza: Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. ¿Lo conoce usted? ¿Vive en comunión con él?