La Buena Semilla: Viernes 28 Agosto
Viernes
28
Agosto
El que no escatimó ni a su propio Hijo…
Romanos 8:32
He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Juan 1:29
¿Por qué Dios entregó a Jesús por mí?

Ver a un cordero acurrucado junto a su madre, o caminando por un sendero, nos enternece. Sentimos la necesidad de protegerlo.

Esto me recuerda los versículos citados en el encabezamiento. El hombre “perdona a su hijo que le sirve” (Malaquías 3:17), pero Dios no perdonó a su único y amado Hijo, el Cordero de Dios, que vino a quitar el pecado del mundo. ¿Por qué?

En su Palabra Dios se revela tal como es: amor y luz. Gracia y verdad. Para reconciliar la verdad y la justicia inflexibles de Dios con su gracia, Dios tuvo que sacrificar a su Cordero, su propio Hijo. Lo entregó por nosotros e hizo caer sobre él el castigo que nuestros pecados merecían. Así, su justicia fue satisfecha, para que “la gracia reine por la justicia” (Romanos 5:21).

Detengámonos y consideremos los sufrimientos de Jesús. El que nunca cometió pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros, para que en él pudiéramos ser justificados (2 Corintios 5:21).

Soy culpable, pero si pongo mi confianza en Jesús, quien murió en la cruz y resucitó de entre los muertos, el Juez supremo me asegura la salvación eterna. Cómo no unir mi voz al coro celestial: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar… la honra, la gloria… por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 5:12-13).

Por otro lado, ¿cómo escaparemos, si despreciamos la gran salvación obtenida por Aquel a quien Dios no perdonó? (Hebreos 2:3).