La mayoría de los sicólogos le dirán que el sentimiento de culpa es un factor negativo que puede tener un grave impacto en el alma de una persona. Puede producir desánimo y llevar a alguien a una espiral negativa y perjudicial para su salud. En efecto, no hay nada peor que una enfermedad para la cual no hay remedio. Tendríamos, pues, que evitar todo lo que haga que la gente se sienta culpable, y convertirlo en un sentimiento positivo y satisfactorio. ¿Quién podrá lograrlo?
La Biblia no trata de evitar este asunto esencial hablando solo de cosas positivas; ella declara: “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10). Todos somos culpables ante Dios. Él no oculta este hecho a nadie, pero da una solución. Jesucristo vino a este mundo para llevar sobre sí mismo nuestros pecados. Murió en la cruz para borrarlos completamente ante Dios, a fin de que entre él y cada uno de sus redimidos se pueda establecer una relación personal pacífica.
El sentimiento de nuestra culpa nos lleva a volvernos a Dios y a descubrir quién es él: “Tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia” (Nehemías 9:17), y quién es su Hijo: “Un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos” (1 Timoteo 2:5-6). Ahora “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Su culpa fue anulada. La paz de Dios llena sus corazones (Romanos 5:1).