La “vida eterna” que Jesús menciona unas veinte veces ocupa un lugar esencial en su enseñanza. Esta vida corresponde al conocimiento íntimo que el creyente tiene de Dios y del Salvador que él nos dio, Jesucristo. El creyente tiene una relación vital con Jesucristo, llamado “la vida eterna”.
La vida de comunión con Dios que Jesucristo nos ofrece es intemporal, se define más por su calidad que por su duración.
Creo en la vida que Jesucristo da. Acepto la invitación de Dios a conocerle, a experimentar su presencia, a vivir seguro, a disfrutar de una felicidad sin límites, incluso los límites de la muerte. Creo en esta vida que la Biblia describe como abundante, en la que nada falta. Sé que Dios quiere poner fin a mis frustraciones y colmarme.
El problema con nuestra vida es que tiene una contrapartida… la muerte. Para el creyente, la muerte significa abandonar la vida terrenal y estar con Cristo (Filipenses 1:23). Para el incrédulo, es la separación definitiva de Dios, y merece el nombre de “muerte eterna”. Usted también debe creer en Dios. Él tiene mucho que ofrecerle en Jesucristo, el Salvador que todos necesitamos. Ahora él le ofrece el perdón. Acepte toda la revelación de Dios en la Biblia. Conocerá la vida abundante y eterna que Dios da. Descubrirá una dimensión inesperada para su vida ahora mismo.