Thierry vivía los primeros días de su reclusión. Cuando supo que un predicador podía visitarlo, pidió una cita con él. Durante la charla, Thierry le pidió una Biblia y le prometió leerla de principio a fin. Tres semanas más tarde, el predicador volvió a visitarlo en su celda:

–¿Ha leído toda la Biblia?

–La he leído toda, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, pero, ¿qué debo hacer ahora?

–Dígame qué recuerda de su primera lectura.

–He notado que hay muchas referencias a un cordero. Empieza en el Génesis, cuando Abraham aceptó sacrificar a su hijo como cordero, antes de que Dios detuviera su mano. Luego en el Éxodo, donde el pueblo de Israel sacrificaba corderos para la pascua. Volví a encontrarlo en los evangelios, donde se menciona al Cordero de Dios, e incluso en el último libro, el Apocalipsis. ¿Es el mismo pensamiento de Dios que recorre toda la Biblia?

Thierry volvió a leer con su visitante los diversos textos que hablan del Cordero. Entonces comprendió que el Cordero del que se habla en toda la Biblia representa la persona de Jesús. Juan el Bautista dijo de él cuando estaba en la tierra: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). El apóstol Juan lo vio en el cielo en forma de un “Cordero como inmolado” (Apocalipsis 5:6).

En su primera lectura, Thierry descubrió el gran tema de la Biblia: Jesucristo, el Cordero de Dios sacrificado por nuestros pecados.