Mi tía estaba en rehabilitación después de una operación en la cadera. Reanudaba gradualmente la marcha entre las barras paralelas y tenía que enfrentarse a la ardua tarea de subir y bajar escaleras. Para subir escaleras, primero tenía que adelantar la pierna sana. Con el fin de ayudarla a recordar, el fisioterapeuta le aconsejó que cada vez que fuera a dar un paso, dijera: «Voy a subir al cielo». Para bajar debía empezar con la pierna operada, lo cual era más difícil y doloroso. Se le sugirió que dijera: «Voy a bajar al infierno». Esto nos hace reflexionar, ¿no es cierto? ¿Puede un hombre subir al cielo y luego bajar al infierno? O también, ¿hasta dónde puede subir un hombre, y hasta dónde puede bajar?
En su Palabra Dios nos dice que efectivamente hay un camino para subir al cielo. Las palabras de Jesús, en la cruz, al malhechor arrepentido lo atestiguan claramente. Este camino pasa obligatoriamente por el arrepentimiento y la fe en el Hijo de Dios, quien murió por nuestros pecados.
También hay un camino espacioso que conduce a la perdición eterna. El Señor añade que son muchos los que entran por la puerta ancha y van por ese camino.
Preguntémonos: ¿Estoy subiendo hacia Dios, quien quiere ser mi Padre en Jesús, o estoy en una pendiente resbaladiza que me alejará de él para siempre, hacia un lugar de tormento eterno?
Mientras viva en esta tierra, usted aún puede cambiar de dirección y volverse a Jesucristo. Dios le tiende la mano para ayudarle a subir desde los primeros peldaños.