A menudo atribuimos un comportamiento estúpido al avestruz; cuando este animal ve un peligro, esconde la cabeza en la arena, como si al no ver nada, la amenaza desapareciera. Pero cualquiera que haya observado de cerca estas aves, sabe que esta percepción es falsa. Si el avestruz entierra la cabeza en la arena, no es porque tenga miedo. Cuando se asusta realmente, huye, ¡alcanzando velocidades de 90 kilómetros por hora!
Muchos seres humanos se comportan de la manera falsamente atribuida a los avestruces. Creen que pueden escapar a la mirada de Dios, argumentando que no lo ven. Se tapan los oídos para impedir que Dios hable a su conciencia, a través de la Biblia o por otros medios.
En efecto, ignorar lo que Dios nos pide no cambia en nada sus exigencias. El hecho de que el juicio divino se aplace no significa que nunca tendrá lugar. La Palabra de Dios declara: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27).
Dios nos invita a ser valientes y honestos ante él. Saquemos la cabeza, reconozcamos que somos culpables ante Dios y que es inútil escondernos, como lo hicieron Adán y Eva en el huerto del Edén (Génesis 3:8). Si confesamos nuestros pecados a Dios, creyendo en Jesucristo, en su sacrificio y en su amor por nosotros, seremos salvos. Dios no nos condenará, como lo merecemos, sino que nos dará la vida eterna. Miremos la realidad de frente. El Dios que queremos evitar solo desea nuestro bien.