La Buena Semilla: Domingo 19 Julio
Domingo
19
Julio
Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.
Juan 6:35
Y decían: ¿No es este Jesús, el hijo de José?… ¿Cómo, pues, dice este: Del cielo he descendido?
Juan 6:42
Alimentarse de Jesús

Después de alimentar milagrosamente a 5 000 hombres, junto al mar de Galilea, Jesús pronunció las palabras escritas en el encabezamiento de esta hoja. Dicho milagro, conocido como la “multiplicación de los panes”, anunciaba que Jesús es el único que puede responder a nuestra necesidad de vida, de vida eterna.

Las multitudes estaban dispuestas a recibir el alimento material, pero no podían aceptar que Jesús era el pan vivo que descendió del cielo. Lo reconocían como el hijo de José, pero no como el Hijo de Dios que descendió del cielo.

Entonces Jesús fue más lejos: “El pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (Juan 6:51). ¡Eso fue demasiado para sus oyentes! ¡Para ellos, el hijo de José no podía dar la vida eterna!

Al hablar de su “carne”, Jesús no se refería a la sustancia de su cuerpo, sino a él mismo en su condición humana. “Aquel Verbo fue hecho carne” (Juan 1:14). Cuando habla de dar su carne, se refiere a su muerte, al don de su vida. La fe no solo ve en Jesús “el pan vivo que descendió del cielo”, es decir, su origen celestial, sino a Aquel que atravesó la muerte y la venció para salvar a los que creen en él. Comer la carne y beber la sangre de Jesús es creer real y profundamente en él. Es creer que Jesús se hizo hombre por mí, que murió por mí. Al dar su vida, al derramar su sangre, borró todos los pecados que yo había cometido. ¡Ese es el misterio y la gloria de la cruz!