Faith Slate, una joven de 23 años de edad, se fue a África Occidental como profesora. Durante las vacaciones, con su mochila a la espalda, acompañó a Maddie, una misionera de más edad, a visitar algunas aldeas aisladas. Además de presentar el Evangelio, las dos mujeres brindaban servicios médicos. Un día Faith vio, entre la multitud, a una mujer que llevaba un bebé enfermo en su espalda. Se trataba de una musulmana nómada del norte que había caminado 40 km para llegar al pueblo. Maddie suministró un remedio al bebé y luego lo puso en los brazos de Faith, quien preguntó:
–¿Qué debo hacer?
–Primero debes orar en voz alta, respondió Maddie, luego tratas de hacerle tomar un poco de leche.
Faith empezó a orar con todo su corazón, y… ¡el bebé enfermo recibió el alimento! La madre sonrió feliz y regresó a su pueblo.
Faith regresó a Estados Unidos, pero recordaba a esta mujer y a su hijo, y oraba por ellos.
Diez años después Faith volvió a África con su marido y visitó las mismas aldeas. Allí se encontraron con un grupo de adolescentes que los llevaron a visitar a sus familias. Cuando llegaron, Faith reconoció inmediatamente la magnífica sonrisa de la mujer a cuyo hijo había ayudado. Este niño, por el que ella había orado, ahora era un adolescente de 13 años.
Dos años después, de ese pueblo nómada, este joven y su hermano mayor fueron de los primeros en ser bautizados. Luego Bosha, su madre, también aceptó al Señor Jesús como su Salvador. Ahora hay muchos creyentes en ese pueblo.