Elimelec («mi Dios es rey») y su esposa Noemí («agradable») vivían en la tierra prometida. Sin embargo, una gran hambre, que alcanzó incluso a Belén («casa de pan»), los llevó a tomar una decisión basada en su propia voluntad, sin confiar en el Señor. Con dos hijos que cuidar, decidieron emigrar. Actuaron igual que su antepasado Abraham, quien ante una prueba similar decidió ir a Egipto sin consultar a Dios. A pesar de sus buenas intenciones, Noemí perdió a su esposo y a sus dos hijos, aunque ganó dos nueras, Orfa y Rut. Algo en Noemí impactó profundamente a Orfa y Rut, quienes deseaban permanecer a su lado incluso después de la muerte de sus maridos.
Cuando Noemí decidió regresar a Israel al oír que el Señor había visitado a su pueblo con pan, sus nueras debían tomar sus propias decisiones. Orfa («cuello», nombre que quizás simboliza su decisión de volver atrás) optó por quedarse en Moab. En cambio, Rut («satisfecha») se mantuvo fiel a Noemí y declaró solemnemente que permanecería con ella, aceptando al Dios de Israel como su Dios. Ciertamente, no se imaginaba que esta decisión la llevaría a formar parte de la genealogía del Mesías prometido.
El camino de restauración del Señor siempre trae bendiciones. En lugar de dejarse llevar por motivos egoístas, como antes lo había hecho Noemí, Rut se sintió atraída por el Dios de Israel y su pueblo. Esta humilde viuda reconoció que todos sus recursos estaban en Dios, lo cual fue percibido por quienes la rodeaban. Por esta razón, Booz le dijo: “Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte” (Rut 2:12).
El nombre Rut también puede significar amistad, descanso o satisfacción, lo cual refleja lo que ella encontró por la gracia soberana de Dios. Nosotros también experimentaremos lo mismo si seguimos su ejemplo.