Tres grandes hechos conforman la base del cristianismo bíblico:
1. El Hijo de Dios vino a esta tierra, pero ya no está aquí.
2. El Espíritu Santo ha venido y permanece entre nosotros.
3. El Hijo de Dios vendrá otra vez.
El primer gran hecho es la maravillosa verdad de la encarnación: el Hijo de Dios vino a esta tierra. Juan afirma que Él “es el verdadero Dios, y la vida eterna”. Ante los falsos maestros, a quienes describió como anticristos (véase 1 Jn. 2:18-23), Juan escribió: “lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos… se nos manifestó” (1 Jn. 1:1-2). No era una simple aparición o un espíritu, como afirmaban estos anticristos, sino un Hombre verdadero, perfecto y sin pecado.
Hace algunos años, mi hija participó en un viaje misionero a un país con muchas necesidades. Allí, la gente la tocaba y miraba con asombro debido a su aspecto extranjero. Querían asegurarse de que era real. Les sorprendía que hubiera venido desde un país próspero solo para visitarlos. Esta escena ilustra de manera sencilla lo que Juan expresó: “¡Lo que… palparon nuestras manos!” Cristo se hizo verdaderamente hombre; vino desde el cielo a la tierra. Él es el Dios verdadero y el Hombre perfecto en una sola bendita Persona.
Pero ¿dónde está ahora el Hijo de Dios? ¿Qué le sucedió? El hombre lo odió, lo rechazó y lo crucificó. Sin embargo, esto cumplió el propósito de Dios para salvar a los pecadores: “A este, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole” (Hch. 2:23). Su venida al mundo no habría tenido valor para nosotros sin su muerte expiatoria y sustitutiva. ¿Dónde está él ahora? Está sentado a la diestra de Dios.