El otro día entré en una tienda de electrónica para comprar una pila para mi reloj. Mientras pagaba, el vendedor me preguntó si estaba interesado en un teléfono móvil. Me negué. No era la primera vez que esto ocurría allí, y me pregunté: «¿Qué tiene que ver una pila de reloj con un teléfono móvil?». Entonces comprendí que el propietario de esta cadena de tiendas era una gran compañía de telecomunicaciones, y sus empleados habían recibido instrucciones de promocionar su principal producto: ¡los teléfonos móviles! ¡Qué estrategia tan ingeniosa!
Esto me llevó a reflexionar: ¿soy igual de ingenioso al aprovechar las oportunidades cotidianas para compartir acerca del Señor Jesucristo? Debo admitir que muchas veces me quedo corto.
En Colombia, hay un hermano que siempre lleva consigo una pequeña bolsa con tratados y los distribuye constantemente. Ya sea en un restaurante o en un autobús, se los entrega a quienes están a su alrededor.
Otro hermano, una vez que el autobús se pone en marcha, se coloca en la parte delantera y les dice a sus compañeros de viaje que tiene algo importante que compartir. Luego, da un breve mensaje evangelístico de cinco minutos.
Quizás algunos de estos métodos no sean fáciles de aplicar en nuestro entorno, pero sin duda podemos entregar un tratado al empleado de la gasolinera, al cajero del banco, a la cajera del supermercado o incluso dar testimonio a un tele-operador.
Que el Señor nos ayude a reconocer y aprovechar cada oportunidad que se nos presenta en nuestra vida diaria. Que nos conceda mayor audacia para compartir las buenas nuevas con los perdidos que nos rodean.