La expresión “varón aprobado por Dios” solo puede aplicarse a una persona: Jesús nazareno. Cuando Natanael escuchó hablar de él, tuvo muchas dudas, por lo que preguntó: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” (Jn. 1:46). Al principio le parecía imposible, pero cuando recibió la invitación: “Ven y ve”, decidió ir y verlo con sus propios ojos. ¿Qué encontró? Él vio al Hijo de Dios, al Rey de Israel (véase Jn. 1:49). Y aún le esperaban cosas mayores, pues vería los cielos abiertos sobre el Hijo del Hombre. Dios testificó que este era el Hombre elegido mediante milagros, prodigios y señales.
Sin embargo, el Varón aprobado por Dios fue crucificado e inmolado por manos inicuas. La multitud clamó: “¡Fuera con este!” (Lc. 23:18). Este terrible acto, la crucifixión del Hijo de Dios, revela la total depravación y enemistad del hombre contra Dios. Ningún otro pecado –ya sea desobediencia, el egoísmo o la lujuria– alcanza semejante gravedad. La oscuridad moral de aquel tiempo sigue presente en la actualidad. En aquel momento, cuando “el pecado abundó”, el mundo entero quedó culpable y condenado ante Dios. ¿Qué hará usted con Jesús nazareno, Varón aprobado por Dios?
¡Gracias a Dios, la historia no termina aquí! ¡Hay más! “Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Ro. 5:20). Dios, en su amor, proveyó lo que su santidad exigía. Aunque por un hombre (Adán) el pecado entró al mundo y deshonró a Dios, por otro Hombre (Jesús) el honor y la gloria de Dios fueron preservados al quitar de en medio el pecado. Este mismo Jesús, el Varón aprobado por Dios, ahora está sentado a la diestra de Dios, esperando el momento de llevar a la casa del Padre a aquellos que ha comprado con su sangre.
“Así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro” (Ro. 5:21).