El Señor está cerca: Sábado 16 Mayo
Sábado
16
Mayo
Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.
Efesios 6:18
Orar en todo tiempo y en el Espíritu

La oración es la expresión y el ejercicio de la dependencia. Si alguien me hace una pregunta y yo respondo sin antes hablar con Dios, es más probable que esa persona se aleje de él en lugar de acercarse, como sucedió con Ezequías cuando los embajadores vinieron a verlo. En lugar de dirigirlos al Señor que lo había sanado, él les mostró sus tesoros (véase Is. 39). Cuando enfrentamos preguntas o dificultades, ¿nos dirigimos primero a Dios?

Dios escucha cuando le presentamos algún anhelo o deseo con la misma confianza que un niño se lo pide a su padre terrenal, pero esto no significa necesariamente que sea una oración pronunciada “en el Espíritu”. Cuando realmente vivimos en el poder de la comunión con Dios, experimentamos una energía tal que suplicamos en busca de una respuesta (véase 1 Jn. 3:21-22; 5:14-15). El apóstol habla aquí de alguien en comunión con el Señor. Así debe ser con nosotros: debemos caminar en la libertad de Cristo de tal manera que no seamos obstaculizados ni desviados de la comunión por los afanes, los deseos o las preocupaciones de esta vida, incluso en un “día malo”.

Supongamos que comenzamos el día con un dulce espíritu de oración y confianza en Dios. A lo largo del día, en este mundo perverso, encontraremos innumerables causas de agitación. Sin embargo, si estamos espiritualmente ejercitados y atentos a la manera en que Dios obra, todo se convertirá en un motivo de oración e intercesión en búsqueda de su voluntad. Por eso, la humildad y la dependencia deben caracterizar cada acción de un creyente. Si caminamos con Cristo, veremos sus intereses y prioridades. ¡Qué bendición es llevar todo a Dios en lugar de murmurar constantemente por los fracasos! Esta es nuestra posición: vestirnos con toda la armadura de Dios y no tropezar ante las artimañas de Satanás. Porque, a menos que caminemos en rectitud delante de Dios, no podremos interceder eficazmente por otros.

J. N. Darby