El Señor está cerca: Sábado 2 Mayo
Sábado
2
Mayo
Samuel tomó un cordero de leche y lo sacrificó entero en holocausto a Jehová; y clamó Samuel a Jehová por Israel, y Jehová le oyó.
1 Samuel 7:9
El camino hacia la restauración (3)

Tras la restauración, es fundamental mantenerse alerta y diligente, pues el enemigo siempre intentará arrastrarnos nuevamente a la derrota. La restauración no nos garantiza el fin de la batalla. De hecho, es precisamente después de una gran victoria cuando el hijo de Dios corre el riesgo de confiar en su propio poder o sabiduría. La carne –nuestra vieja naturaleza– sigue siendo nuestro peor enemigo. Si bien podemos vencer el amor del mundo mediante el amor del Padre, y resistir a Satanás para hacerlo huir, la única defensa contra la carne es mantenerla crucificada.

En lugar de mantener su falsa confianza anterior, el pueblo temió y buscó la ayuda del Señor: “Samuel tomó un cordero de leche y lo sacrificó entero en holocausto a Jehová; y clamó Samuel a Jehová por Israel, y Jehová le oyó”. Toda bendición se fundamenta en el valor del sacrificio del Cordero de Dios: el Señor Jesucristo. Aunque el enemigo es implacable, si confiamos en Cristo –quien nos amó y se dio a sí mismo por nosotros–, él peleará por nosotros. En el versículo 10, leemos que el Señor tronó con gran estruendo y desbarató al enemigo. La batalla pasó a ser del Señor. El holocausto ofrecido por Samuel representa a Cristo entregándose completamente a Dios. Por eso, todos los intentos del enemigo contra el pueblo de Dios resultaron inútiles, pues Dios mismo se encargó de derrotarlo. Como consecuencia, las ciudades que antes habían sido tomadas por los filisteos fueron recuperadas.

¡Alabado sea el Señor! Lo que parecía una derrota se convirtió en ganancia para el pueblo de Dios. No es de extrañar que Samuel tomara una piedra y la llamara Eben-ezer como memorial. Su nombre proviene de dos palabras hebreas: eben (piedra) y ezer (ayuda). Así también, a lo largo de nuestra vida tenemos numerosos recordatorios del cuidado y la fidelidad de Dios, los cuales nos alientan en nuestro andar.

A. M. Behnam