Existe una diferencia fundamental entre estar involucrado o enredado. Como cristianos, estamos involucrados en una guerra, pero nuestros enemigos no son de carne y hueso, pues “no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12).
En Efesios 6, se enumeran las diversas piezas de la armadura que debemos vestir. Estar involucrado en la batalla espiritual es responsabilidad de todo cristiano, y solo si nos vestimos con toda la armadura de Dios podremos resistir las asechanzas del diablo. Estar enredado, en cambio, significa estar atrapado en los afanes mundanos y consumido por la ansiedad a causa de ellos. Jesús lo expresó con claridad: “La que cayó entre espinos, estos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida” (Lc. 8:14).
¿No son estas las mismas estrategias que Satanás emplea para atraparnos? Vivir atrapados por la «rutina diaria», consumidos por la angustia y la preocupación, es vivir derrotados. Cuando nuestro enfoque y energía se desvían hacia lo terrenal, nuestras vidas se vuelven infructuosas, y el Espíritu de Dios debe restaurarnos a nuestro verdadero llamado como soldados de Cristo. Así como la disciplina y la vigilancia son esenciales para un soldado, también lo son para el cristiano.