El Señor está cerca: Miércoles 1 Abril
Miércoles
1
Abril
En aquel tiempo vino el vidente Hanani a Asa rey de Judá, y le dijo: Por cuanto te has apoyado en el rey de Siria, y no te apoyaste en Jehová tu Dios, por eso el ejército del rey de Siria ha escapado de tus manos.
2 Crónicas 16:7
¿Qué le sucedió a Asa? (3)
Asa olvidó a Dios

Después de la victoria del rey Asa sobre los etíopes y la posterior renovación espiritual del país, transcurrió un largo período sin incidentes notables en su vida. Irónicamente, los momentos que siguen a una victoria espiritual, cuando no hay pruebas de fe, suelen ser los más peligrosos. Durante estos períodos puede surgir un declive silencioso y una pérdida gradual de comunión con Dios, una condición que solo se hace evidente cuando llega una nueva prueba.

Esa prueba llegó a través de un hombre llamado Baasa, rey de las tribus del norte de Israel. Baasa invadió Judá y estableció un bloqueo militar para restringir los movimientos de Asa en su propio territorio. En respuesta, Asa formó una alianza con el rey de Siria y, con su ayuda, derrotó a Baasa (véase vv. 1-6). Sin embargo, a los ojos de Dios, ¡Asa fracasó completamente! El vidente Hanani le reprochó: “Te has apoyado en el rey de Siria, y no te apoyaste en Jehová tu Dios”. ¡Él no se apoyó en Dios, sino en Siria! ¿Cuál fue el resultado? A partir de entonces, Asa jamás sería capaz de vencer a Siria.

Las Escrituras advierten claramente al pueblo de Dios: “No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación” (Sal. 146:3). Buscar la victoria sobre el mundo confiando en el mundo mismo es un acto de insensatez. La decisión de Asa debe servirnos de advertencia. Los intentos de la Iglesia por promover los «valores cristianos» o reformar el mundo mediante la política están destinados al fracaso. Al igual que Asa con Siria, esta dependencia nos impide alcanzar la victoria moral sobre el mundo.

Confiemos únicamente en el poder del Señor, “porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios” (2 Co. 10:4).

Brian Reynolds