El Señor está cerca: Miércoles 22 Abril
Miércoles
22
Abril
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Filipenses 4:6-7
La paz de Dios y el Dios de la paz

“Por nada estéis afanosos”. Qué fácil es decirlo. Ahora bien, ¿acaso no deberíamos preocuparnos por el estado de la iglesia o por las dificultades familiares? Sin embargo, el mandato sigue siendo claro: “¡Por nada estéis afanosos!” En realidad, todo aquello que nos afana es una oportunidad para que Dios demuestre su cuidado por nosotros. Por eso, la instrucción continúa: “Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”. Como resultado, “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús”. No son nuestros corazones los que guardan la paz de Dios, sino que la paz de Dios –la estabilidad inconmovible de su carácter y pensamientos– es la que guarda nuestros corazones.

Además, cuando la ansiedad se disipa, la mente queda libre y la paz de Dios guarda el corazón, permitiéndonos pensar en lo bueno y lo edificante: “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (v. 8). Más aún, Pablo nos exhorta: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros” (v. 9). Así que no solo se nos promete la paz de Dios, sino la misma presencia del Dios de paz.

Cuando el alma se apoya en Dios, el Señor la acompaña en medio de la prueba, y la mente permanece en perfecta tranquilidad. El Espíritu de amor –el Espíritu de Cristo– está presente con nosotros; sin embargo, cuando estamos llenos de nosotros mismos, nos caracterizamos por el espíritu del egoísmo.

J. N. Darby