La fe crecía y el amor abundaba en la iglesia en Tesalónica. Sin embargo, no estaban exentos de los ataques de Satanás –y nosotros tampoco en la actualidad. Al leer esta carta, aprendemos que los creyentes allí estaban atravesando persecuciones y tribulaciones. No obstante, Dios permitió estas pruebas para fortalecer su fe, pues “la prueba de vuestra fe produce paciencia” (Stg. 1:3). En el caso de los tesalonicenses, los esfuerzos de Satanás solo lograron resaltar su fe en Cristo, su amor mutuo y su resistencia en la adversidad. Estas cualidades provocaron el agradecimiento del apóstol a Dios y lo llevaron a ponerlos de ejemplo ante otras iglesias.
Todos los ataques del enemigo buscan debilitar la fe en Cristo, quebrantar el amor fraternal y amargarnos en lugar de soportarlo con paciencia. En estos últimos tiempos, puede que en nuestro país no enfrentemos una persecución abierta; sin embargo, sí experimentaremos tribulación.
En un tiempo de confusión y dispersión entre el pueblo de Dios, las pruebas que afrontamos suelen provenir más de la carne manifestándose dentro del propio pueblo de Dios que de la oposición externa. Aun así, Dios permite estas pruebas para producir en nosotros resistencia.
Por desgracia, frecuentemente nos perdemos la lección que Dios quiere enseñarnos cuando nos amargamos por la prueba y devolvemos mal por mal. En tales circunstancias, la prueba puede prolongarse o, si cesa, podemos perder la bendición que Dios pretendía darnos, enfrentándonos luego a nuevas pruebas. ¡Cuánto mejor nos irá si tomamos cada prueba de la mano de Dios y nos rendimos a él! Entonces, al encomendarlo todo a sus cuidados, aprenderemos la “paciencia” que trae una gran bendición a nuestras almas en el presente y, en el día venidero, una gloriosa recompensa en la presencia del Señor.