La historia de la nación de Israel, al igual que la de muchos cristianos, está marcada por caídas y levantamientos, derrotas seguidas de victorias, y períodos de alejamiento de Dios seguidos de restauración. Estudiar la historia del Antiguo Testamento nos brinda valiosas lecciones.
En Josué 24:31 aprendemos que Israel sirvió al Señor durante los días de Josué y los ancianos que le sobrevivieron. Sin embargo, después hicieron lo malo ante los ojos del Señor, lo abandonaron y siguieron a otros dioses (véase Jue. 2:11-12). Como consecuencia, sufrieron a manos de sus enemigos. Pero cuando se arrepintieron, Dios les envió un libertador. En 1 Samuel 7:2, se lamentaron ante el Señor, y fue entonces cuando Samuel les reveló el camino hacia la restauración. Podemos destacar dos cosas:
1. Era necesario un verdadero dolor por el pecado; un arrepentimiento sincero y profundo, un intenso anhelo de que su comunión con el Señor su Dios fuese restaurada; una auténtica hambre y sed de justicia. Samuel estableció esto como primera condición: “Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová”. No bastaban los remordimientos superficiales ni las decisiones a medias. El Señor no nos obliga a arrepentirnos, pero desea un arrepentimiento genuino.
2. No se puede adorar al santo Señor Dios y a otros dioses. El Señor Jesucristo dijo que no se puede servir a Dios y al dinero (véase Mt. 6:24). Existen numerosos dioses falsos; demasiados para enumerarlos todos. Entre ellos están la avaricia, el orgullo, el rencor, la mundanalidad, la ociosidad, las pasiones carnales y el egoísmo. Todos estos deben ser abandonados para emprender el camino de la restauración. De lo contrario, la recuperación será superficial y efímera.
Examinémonos ante el Señor si realmente anhelamos una verdadera restauración.