El Señor está cerca: Jueves 16 Abril
Jueves
16
Abril
Ezequías dijo a Isaías: La palabra de Jehová que has hablado, es buena… Habrá al menos paz y seguridad en mis días.
2 Reyes 20:19
El síndrome de la paz personal

El rey Ezequías parecía sufrir de lo que algunos llaman el síndrome de la paz personal. Esta actitud afecta tanto a cristianos como a no cristianos, sin distinción de edad, riqueza o condición social. Se caracteriza por un desinterés en las necesidades y problemas de los demás, resumiéndose en una actitud egoísta: «Mientras yo esté bien, lo demás no importa».

Ponga atención a cómo esto afectó a Ezequías en sus últimos años. De joven, buscó al Señor con todo su corazón y se preocupó por cosas nobles: reparar el templo, erradicar la idolatría, animar al pueblo a servir a Dios y restablecer la Pascua. De hecho, la Escritura dice que “hizo lo recto ante los ojos de Jehová” (2 R. 18:3) –palabras que caracterizaron los primeros catorce años de su reinado.

En el año catorce de su reinado, cuando se enfrentó a la muerte, Ezequías clamó al Señor y se le concedieron quince años más de vida. Sin embargo, estos quince años no fueron buenos. Durante ese tiempo nació Manasés, quien se convertiría en un rey malvado que llenó Jerusalén de idolatría y derramó mucha sangre inocente.

Además, Ezequías, en un acto de orgullo y descuido, mostró todos los tesoros de su reino a los embajadores de Babilonia. Cuando Isaías le advirtió que, como consecuencia, sus riquezas y sus descendientes serían llevados cautivos a Babilonia, su respuesta fue alarmante, pues fue como si dijera: «Está bien, mientras las cosas estén bien durante mi vida».

¿Cuál es la cura para el síndrome de la paz personal? La respuesta es Cristo. El corazón de Pablo estaba completamente ocupado de Cristo, lo que lo llevó a salir de su zona de comodidad para predicar el evangelio por el mundo conocido hasta entonces, soportando persecución, cansancio, hambre y sed. Cristo puede hacer lo mismo en nosotros. Sigamos el ejemplo de Pablo y adoptemos su lema: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21), viviendo con el propósito de satisfacer las necesidades de los demás.

Grant W. Steidl