El rey Asa comenzó su reinado buscando y confiando en Dios, lo que le valió una gran victoria. Sin embargo, durante un período de paz en su reino, Asa se olvidó de Dios y cayó en una decadencia espiritual. Al final de sus días, Asa terminó luchando contra Dios. En lugar de confiar en el Señor, Asa depositó su confianza en los sirios (véase vv. 7-8). Cuando el fiel vidente Hanani le señaló su error, el rey tuvo la oportunidad de humillarse y aprender de sus errores, pero no fue así, pues se llenó de ira, encarceló a Hanani y oprimió a algunos de sus compatriotas (v. 10). Esto nos hace preguntarnos: «¿Qué le sucedió a Asa?»
Cuando los creyentes no caminan en el Espíritu ni se juzgan a sí mismos diariamente, corren el riesgo de caer en graves pecados morales o errores doctrinales. Si comenzamos “por el Espíritu”, ¿acabaremos “por la carne” (Gá. 3:3; comp. Gá. 5:7)?
¡Qué trágico es ver a Asa, quien prometía tanto al inicio de su reinado, terminar sus últimos cinco años sumido en pecado, amargura, ira e incredulidad (véase 2 Cr. 16:10-12)! El Espíritu Santo lo señala claramente: “Los hechos de Asa, primeros y postreros, están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel” (v. 11).
En una ocasión, dos cristianos ancianos caminaban por un campo de hielo, tomados del brazo para no resbalarse. Cuando casi llegaban al final, uno exclamó: «¡Hemos llegado sin caernos!». El otro simplemente advirtió: «Acuérdate de Gedeón». Gedeón, aunque obtuvo una gran victoria por el poder de Dios, terminó cayendo en la idolatría. ¡Prestemos atención a la lección que nos dejan Asa y Gedeón!